Antes de ir a Copenhague, pensaba que una ciudad cuyo símbolo más destacado es la modesta estatua de una sirenita debía ser aburrida y no merecería demasiado la pena. Después de haber visitado la ciudad, comprobé que, en efecto, la famosa estatua de la sirenita no es nada del otro mundo; pero, en cambio, la ciudad es enormemente atractiva por muchos motivos. Para empezar, esta “Venecia del Norte” es una ciudad agradable en la que los canales y los puentes juegan un papel muy relevante. Ello le da un cierto aire marino que, unido al colorido característico de los edificios de la zona, exige un recorrido en barco por los canales. Para seguir, Copenhague destaca también, como toda ciudad nórdica, por el orden, la limpieza y la organización. A mí me sorprendió, como ejemplo, no sólo la enorme cantidad de bicicletas y el frecuente uso que los daneses hacen de ellas, sino también que el Ayuntamiento ofrece gratuitamente bicicletas de uso público, de modo que, con un sistema similar al de los carritos del supermercado, cualquier puede coger una bicicleta en los lugares señalizados y utilizarla todo el tiempo que necesite por toda la ciudad, devolviéndola en otro lugar similar cuando quiera. Algo que nos sorprende a quienes procedemos de países latinos, pues me da la sensación de que en nuestras latitudes una iniciativa de este tipo acaso no tuviera tanto éxito, pues las bicicletas desaparecerían en cuestión de días…

 

Pero Copenhague tiene muchos otros atractivos. Aparte de los palacios reales, de visita muy recomendable en cualquiera de las monarquías nórdicas, hay en la capital danesa otras visitas mucho más animadas, que ofrecen la imagen más alegre de la que dicen es la ciudad más “latina” de las capitales del Norte de Europa. Por supuesto, el muy original barrio “liberado” de Cristiania, comunal, artista y bohemio, sería la recomendación más llamativa en este ámbito, pero hay también muchas otras visitas interesantes. Entre ellas me apetece destacar el “bar de hielo”, un curiosísimo lugar patrocinado por la conocida marca de vodka Absolut, en el que para entrar hay que vestirse casi como un esquimal, porque en un ambiente con temperaturas bajo cero se puede degustar un licor sobre un asiento de hielo, en un bar con paredes de hielo, barra de hielo, en una copa de hielo, o incluso introducirse en una enorme botella de hielo… En suma, hay en la capital danesa muchas facetas animadas y lúdicas por descubrir.