Contar los muertos
Lo sé. Los fallecidos son mucho más que una estadística. Detrás de cada fallecimiento por coronavirus hay una tragedia humana, una familia desolada, y un país entristecido. Pero por eso mismo es importante que esa cuenta se lleve bien. Precisamente porque cada persona importa, y porque no tenemos otra forma de valorar las dimensiones reales de este drama. Puedo entender, perfectamente, que el cómputo no es tan fácil como podría parecer, y que para contar que un fallecimiento se ha producido con certeza debido a esta enfermedad, hay que asegurarse con las pruebas adecuadas. Pero no podré entender nunca la paradoja de que cuantas menos pruebas rigurosas se hagan, más baja será la estadística oficial, la que quedará y será utilizada en los cómputos internacionales (aunque ya hay quien ha sacado a España por su falta de fiabilidad). Ni tampoco que, a lo largo de todo el proceso, el Gobierno cambie varias veces el criterio para el recuento, resultando ya imposible tener datos mínimamente homogéneos de todo el proceso. Ni que a raíz de uno de esos cambios las cifras prácticamente se frenen en seco, y hasta en ocasiones bajen. O que dejen de coincidir con las facilitadas por las Comunidades Autónomas. Me resulta incomprensible -y si lo entiendo me parece tremendamente injusto- que las cifras oficiales y supuestamente más precisas y rigurosas, hayan pasado a ser las menos ajustadas a la realidad; mientras que cifras fundamentadas como las de los registros civiles, las funerarias, y más recientemente el propio Instituto Nacional de Estadística, sean acaso menos precisas (porque no sea posible afirmar con absoluta certeza en todos y cada uno de los casos la causa), pero sin duda muchos más aproximadas a la realidad, a ojos de cualquier observante imparcial y desapasionado. En torno a 27.000 para el Gobierno, cerca de 48.000 para el INE. Desde luego importa esta tremenda diferencia.
Importa que, cuando todo esto pase, queden cifras manifiestamente alejadas de la realidad. Quizá no todos los que han fallecido de más, respecto a los últimos años, lo hayan sido por Covid-19; tal vez haya habido un enorme accidente, como apuntó Simón; o, ya puestos, algunos alienígenas se han llevado a unos miles de españoles. El caso es que creo que este es el hecho que ha causado más muertes en menos tiempo desde la guerra civil, pero hoy deberíamos poder contarlos con rigor y con justicia. Es muy triste, pero ni siquiera el luto oficial puede servir de consuelo mientras haya miles de familias que saben con certeza que sus seres queridos se han ido por culpa de esta epidemia, y que no obstante nunca serán tenidos en cuenta. Sí, los fallecidos son mucho más que una estadística. Pero por eso mismo es un imperativo de justicia contarlos correctamente. Al menos, mi homenaje y mi recuerdo, y seguro que los de muchos compatriotas, se extienden también a esas decenas de miles de personas, y a sus apenadas familias, que han perdido a un ser querido que nunca entrará en la estadística “oficial”.
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