Trata de arrancarlo
El jurado de los premios Princesa de Asturias ha decidido otorgar a Carlos Sainz el premio del presente año en la categoría de Deporte, y no solo me parece merecido, sino que es de esas alegrías que de alguna manera (por supuesto totalmente injustificada) siento como propia. Ahora todo el mundo va a recordar, con justicia, la proeza que supone haber ganado dos mundiales de rallies, y luego de ser campeón tres veces del Dakar, cada una con un coche de una marca distinta, y la última no precisamente en edad joven. Pero lo más importante son los valores que un deportista debe transmitir. Por ello el jurado ha destacado con acierto, además de su espléndida carrera como piloto, su “gran espíritu de superación y competitivo combinado con el esfuerzo, la disciplina y la solidaridad”. Y por eso yo, si tengo que elegir un momento en el que estos valores, y algunos otros, se pusieron de manifiesto, es el que representan esos minutos fatales del rally de Inglaterra en 1998, en los que, teniendo prácticamente ganado el mundial, su coche se paró a unos centenares de metros de la meta, y no hubo manera de arrancarlo, perdiendo la pareja Sainz-Moya el título mundial por este infortunio, totalmente ajeno a su voluntad.
Es verdad que Sainz ha perdido otros rallies que lideraba por culpa también de circunstancias desafortunadas o accidentes. Es cierto, desde luego, que hemos vivido otras circunstancias deportivas de derrotas fatales, inmerecidas y difícilmente explicables, como cuando, por no salir del mundo del motor, Fernando Alonso perdió en la última carrera un mundial de Fórmula 1 por un claro error de estrategia de Ferrari. Y vaya, soy del Atleti, así que sé de minutos 93, y de finales de Champions perdidas en prórrogas, en penaltis, o en la repetición del partido (pero no de ninguna, por cierto, perdida en los 90 minutos reglamentarios…). Pero aquella escena de 1998 me sigue pareciendo una de las mayores fatalidades deportivas que puedan producirse. Ahora, volviendo a verla, creo que transmite, acaso mejor que los momentos de gloria, algunos de los valores que encarna Sainz. Luis Moya gritaba una y otra vez “trata de arrancarlo”, entre otras imprecaciones y “lindezas” que es mejor no transcribir, poco antes de arrojar con fuerza su casco contra el propio Toyota Corolla que les había jugado esa mala pasada. Nada que objetar, de hecho creo que yo habría reaccionado más o menos así. Pero mientras, Sainz, visiblemente contrariado, estaba en silencio “digiriendo” la amarga situación. Pero más que cómo encaró ese momento, lo valioso es cómo se sobrepuso a él, y a tantos otros tragos amargos que le ha dado el deporte. Esa actitud, la de levantarse una y mil veces sin rendirse, es el mejor ejemplo que puede dar un deportista. Sigue siempre así, Carlos.
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