¿Miedo a la libertad?

¿Miedo a la libertad?

Uno de los debates curiosos que se han planteado durante la campaña electoral madrileña ha sido el relativo a si tomarse una cerveza en la terraza de un bar está
protegido por la libertad constitucional. Para algunos, la libertad y los derechos fundamentales son algo mucho más importante y no están para esas cuestiones tan baladíes, y el propio debate ni siquiera es medianamente serio. Yo, en cambio, creo que la Constitución y los textos internacionales protegen la libertad en el sentido más
amplio; y estos aspectos aparentemente intrascendentes pueden ser muy importantes, y para muchas personas forman parte del núcleo de su autonomía personal. Hace décadas aprendí con Prieto Sanchís que hay una “norma de clausura” del sistema de libertades, y aunque ello obviamente no implica que estas manifestaciones de la libertad no puedan restringirse, sí exige una justificación poderosa y un criterio de proporcionalidad para que la restricción sea lícita. En cuanto a manifestaciones intrascendentes, me permito recordar el ejemplo de Robert Alexy sobre la libertad de manifestar el amor a los animales dando de comer a las palomas, que implica al menos el cumplimiento de ciertos requisitos en su restricción. O, ya en el ámbito de los derechos fundamentales concretos, cabe apuntar que la cuestión de si vulneraba la intimidad de Isabel Preysler la divulgación de las cremas que utilizaba para curarse los granitos de la cara, provocó uno de los mayores enfrentamientos que se recuerdan entre nuestro Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional, y finalmente prevaleció la tesis afirmativa. No hay que mitificar los derechos.

Valorar nuestra libertad es ser conscientes de que esta está también, y acaso sobre todo, en los aspectos más intrascendentes y cotidianos de nuestra vida. En estos días, y con motivo del fin del estado de alarma, estoy atendiendo a varios medios que preguntan qué tipo de medidas restrictivas se podrán mantener, y percibo cierta preocupación, que los gobiernos autonómicos parecen compartir, por lo que podrá suceder si determinadas restricciones caen. Hay que decir que, si eso es así, lo que sucederá es que recuperaremos parte de nuestra libertad, demasiado tiempo perdida. Por supuesto, habrían de mantenerse solo las medidas estrictamente necesarias; y si ello se acompaña de la responsabilidad (sin la cual no cabe hablar de libertad), se logrará una ponderación más equilibrada de todos los derechos en juego. No es bueno acostumbrarse a resolver los problemas mediante la prohibición, y no deberíamos tener miedo a la libertad.

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