Feminismos
La edición de 2001 del Diccionario de la Real Academia definía todavía feminismo como “doctrina social favorable a la mujer, a quien concede capacidad y derechos reservados antes a los hombres”; y en su segunda acepción, como “movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres”. En cambio, la definición actual tiene una primera acepción muy diferente: “Principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre”, aunque en la segunda acepción se mantiene la idea de la edición anterior: “movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del feminismo”. El cambio es, sin duda, relevante, porque antes el feminismo podía asociarse más bien a una “doctrina” o “movimiento”, es decir, en definitiva, a una ideología. Hoy, en cambio, al menos en la primera acepción, feminismo es lo mismo que igualdad, o por lo menos que igualdad entre hombres y mujeres, igualdad entre sexos, hoy llamados con frecuencia géneros. La Academia se limita a constatar el uso más extendido de las palabras, y es probable que, en efecto, esa modificación sea acorde con el sentido que, en los últimos tiempos, viene dándose al término. Con todo, yo creo que su acepción como corriente ideológica sigue existiendo y utilizándose, aunque solo de manera parcial puede acomodarse en el segundo sentido que refleja actualmente el Diccionario.
Me interesa destacar, en todo caso, dos consecuencias claras de esta modificación. La primera, que tienen razón quienes defienden que no se puede estar a favor de la igualdad y no ser feminista; o, dicho de otro modo, que salvo que se niegue el principio de igualdad (lo cual no suele hacer hoy casi nadie), todo el mundo es feminista, al menos en el primer sentido de la palabra. Pero hay una segunda consecuencia. La igualdad es un concepto amplio y genérico, que permite, por utilizar la conocida terminología de Ronald Dworkin, distintas “concepciones”. Pues bien, todas ellas han de tener cabida en ese concepto, y por tanto todas ellas han de tener cabida en el feminismo. Por poner algún ejemplo, se puede coincidir en estar a favor de la igualdad y tener opiniones diferentes sobre la utilidad y oportunidad de las llamadas “cuotas de género”, o sobre la manera de expresar el consentimiento en materia sexual, o sobre cuáles son las medidas más idóneas para luchas contra la violencia que sufren algunas mujeres. En consecuencia, este nuevo sentido del feminismo impide la monopolización de este concepto por alguna de las diferentes corrientes feministas. Solo desde el dogmatismo más sectario se puede intentar imponer a todos una única visión de la igualdad. Rechazar, por ejemplo, la posible existencia de un “feminismo liberal” es dejar fuera de este concepto a quienes creen que la igualdad ha de ser compatible con la libertad de hombres y mujeres. Pretender marginar a quienes, defendiendo la igualdad, piensan de un modo diferente a la que acaso sea la “corriente dominante”, no deja de ser una actitud que evidencia un sesgo totalitario. Igualdad, sí. Pero también libertad, justicia y, cómo no, pluralismo político. Está escrito en el mismo inicio de nuestra Constitución.
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