Defensa de la RAE

La Real Academia Española es una institución secular, de origen ilustrado, cuyo papel en la fijación de pautas de corrección del uso del idioma ha sido incuestionable, y también, en colaboración con todas las academias de la lengua española del mundo, en el intento de mantener este idioma como lengua común en el mundo hispano, rica y variada en matices, pero en la que podemos perfectamente entendernos.

Otros idiomas no cuentan con el apoyo de instituciones de este tipo… y probablemente han perdido mucho más esas pautas comunes.

La Academia tiene sus propias reglas para la elección de sus miembros y de su presidente y es, en este sentido, una institución independiente.

Su actual presidente, Santiago Muñoz Machado, ha liderado ejemplarmente la tarea de la Academia en el logro de sus objetivos esenciales, ha impulsado una importante labor de difusión y publicación de muy diversas obras, y ha buscado, como suelen hacer todas las Academias, fuentes de financiación que le permitan mantener de forma digna e independiente el desarrollo de sus funciones.

Por todo ello, quedan totalmente fuera de lugar los furibundos ataques verbales que últimamente ha emprendido contra él el director del Instituto Cervantes.

Se trata, como es sobradamente conocido, de varias afirmaciones, siempre fuera de lugar (no cabe imaginar un foro más inadecuado para ello que el Congreso de la Lengua Española), y absolutamente insostenibles.

No me detendré en todas ellas. Algunas parecen reflejar meramente la “rabieta” que algunas personas sienten ante el hecho de que otras, de forma lícita y profesional, hayan podido ganar bastante dinero.

Ya se sabe, a algunos lo de “beneficio” les provoca urticaria.

Porque Santiago Muñoz Machado, además de un prestigioso catedrático de Derecho Administrativo, ha ejercido en un bufete que ha podido llevar muy diversos asuntos, algunos seguramente de gran entidad económica.

¿Y? Pues ahí viene la segunda y reiterada crítica, en el sentido de que el actual presidente de la RAE “no es lingüista”.

No lo es, pero es un gran jurista que, dentro de cuya ingente obra, encontramos no pocos trabajos relevantes sobre el lenguaje jurídico.

A título de muestra, ha dirigido un “Diccionario del español jurídico”, ha escrito un libro sobre “Fundamentos del lenguaje claro” o, en una clara muestra de preocupación y vocación hispanoamericana, publicó “Hablamos la misma lengua”.

Así que no hace falta ser lingüista para presidir la RAE, y no solo porque el actual presidente tiene sobrados méritos, sino también porque, como ya he apuntado, la RAE tiene sus propios estatutos y sus propias reglas para elegir presidente, en las que no puede interferir el presidente del Instituto Cervantes ni, desde luego, el Gobierno.

Aunque tal vez sea eso lo que pretende…