Amenábar y Unamuno

Amenábar y Unamuno

He sido un gran admirador del cine de Alejandro Amenábar, aunque la verdad sea dicha, esa admiración ha ido decreciendo, de manera paralela a (en mi modesta opinión) el valor de sus trabajos. Como en artículos anteriores, a lo largo de los años, he ido escribiendo sobre casi todas sus películas, no me extenderé ahora en ello. Basta decir que “Tesis” me pareció un magnífico ensayo cinematográfico sobre el “éxito” de la violencia audivisual; “Abre los ojos” una verdadera obra maestra; “Los otros” una gran largometraje, al que comparé con el mejor Hichtcock; “Mar adentro” es una buena muestra de cómo se pueden narrar unos hechos tomando partido activo por un personaje o por una posición, y sin dejar de hacer una muy buena película de autor (aunque reconozco que ya me resultó demasiado poco creíble que el cura pudiera resultar en la realidad tan sumamente patético como en la película). En todo caso, la recomiendo siempre que se plantea en mis clases o charlas el debate sobre la eutanasia. Sin embargo, con “Ágora” empecé a perder el interés en este director, porque me pareció que, si se trata de reflejar hechos históricos o más o menos reales, ahí se pasaba ya de la legítima interpretación o incluso toma de postura, al sectarismo más sesgado, con desprecio notorio al más elemental rigor histórico, quedando como única cualidad la gran calidad visual de la obra. Con estos antecedentes, “Mientras dure la guerra” despertaba todavía en mí el indudable interés del personaje de Unamuno, pero he de reconocer que lo he perdido al ver el tipo de promoción que director y actor protagonista han querido hacer de la película.

Amenábar y Unamuno

Porque si Amenábar es un director al que he admirado, Unamuno es, directamente, uno de mis escritores favoritos del siglo XX. Empecé a leer sus novelas con menos de 12 años (“Niebla” fue la primera), y creo haber leído la mayoría de sus obras tanto en ese género novelístico, como en el del ensayo o en la poesía. La comparación es incluso ridícula, entre creadores de diferentes épocas y de géneros que en principio poco tendrían que ver. Pero no puedo dejar de pensar, como mero ejemplo, en el profundo respeto que el novelista vasco mostró siempre por las creencias religiosas que, sin embargo, nunca compartió, a pesar de su profunda inquietud intelectual en la materia, que para él era fundamental. Por el contrario, Amenábar se ha limitado, en su filmografía, a retratar de forma ridiculizada y despectiva aquello que no comparte, y probablemente no entiende. Sin embargo, no me quería centrar en eso, sino en la cuestión política. Unamuno sufrió en sus propias carnes la intolerancia y el fanatismo, y despreció la falta de libertad y de democracia, pero en realidad nunca fue sectario ni extremista, y se situó mucho más cerca de esa “tercera España” incomprendida por ambos bandos. Frente a ello, está ese intento sesgado de promoción que han hecho Amenábar y Karra Elejalde, intentando demostrar la actualidad de los hechos reflejados en la película por la vía de señalar que hoy estamos igual que en 1936. Con todo, ese intento, que en mi caso ha conseguido el objetivo contrario al pretendido, ha tenido la virtualidad de provocar en mí la idea de imaginar lo que pensaría o diría hoy Miguel de Unamuno, si viviera. Y creo que sería crítico con esta sociedad y con el poder político, porque siempre lo fue, iba en su carácter y en su espíritu. Pero de lo que estoy seguro es de que jamás suscribiría la idea de que no nos hemos movido “ni un milímetro” desde 1936, como afirmó sin mayor fundamento Elejalde; ni, por supuesto, afirmaría jamás que vivimos en la España que quería Franco, como se ha permitido señalar el que fuera gran promesa de nuestra dirección cinematográfica. Precisamente porque Unamuno vivió la radicalización, la intolerancia, el fanatismo, y por supuesto el golpe de Estado que dieron origen a nuestra guerra civil, sabría perfectamente señalar las diferencias mayúsculas que, en mi opinión -y creo sinceramente que en la de cualquier observador mínimamente objetivo y mínimamente informado- existen entre el régimen franquista y la etapa de democracia y progreso inaugurada tras nuestro texto constitucional de 1978.

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