Lisboa
Para un toledano que cada día contempla el río Tajo en su angostura al fondo del valle que circunda nuestra “peñascosa pesadumbre”, Lisboa es, de primeras, la ciudad en la que nuestro río se hace irreconocible y juega a ser él mismo el mar, justo antes de fundirse con el Atlántico. Desde luego, no puede entenderse ni apreciarse la capital de nuestro vecino país sin el Tajo, convertido ya en el Mar de la Paja. De hecho, tanto el puente 25 de abril, como el más moderno y largo “Vasco de Gama”, de 17 kilómetros, son símbolos de la ciudad. Pero Lisboa es mucho más: la elegancia de la Avenida Liberdade, el bullicio de la Plaza del Rossio, la serena majestad de la plaza del Comercio, que se abre directamente al Tajo, el encanto de las vistas desde el castillo de San Jorge y el barrio de la Alfama, las calles de la “Baixa”, las callejuelas y los fados en el “bairro alto”, los funiculares, la monumentalidad de la torre de Belem y de los Jeronimos, incluso la modernidad del centro comercial Amoreiras, configuran una ciudad única e irrepetible, que enamora a primera vista.
Suele decirse que a Lisboa conviene ir en primavera, y disfrutar sobre todo sus atardeceres. Sin duda el reflejo de un sol cálido y suave sobre el Tajo da un color y sabor especial a la ciudad, pero acompañado de la persona adecuada (a todas las ciudades hay que ir con la persona adecuada), Lisboa se mostrará encantadora aun en unos días lluviosos de diciembre. Sólo esta ciudad envuelta en la húmeda nostalgia pudo ser la metrópoli del imperio colonial de los navegantes; sólo este lugar que destila romanticismo por los cuatro costados pudo ser el escenario de la más hermosa y pacífica de las revoluciones, aquélla en la que los ciudadanos colocaban claveles en los cañones de las armas de los soldados, formando una fraternidad cívica entre todos los que soñaban un mundo mejor y más justo. Seguramente lo que podía haber sido nunca llegó a ser, pero en todo caso Lisboa era el mejor lugar para soñarlo, como hoy sigue siendo un sitio ideal para perderse, olvidar la realidad e imaginar que todo puede ser perfecto…