El jardín y los herbívoros

Desde la primera monografía jurídica que escribí, me ha preocupado siempre la paradoja que se produce con los valores constitucionales y democráticos: por un lado, es imposible proclamar valores como la libertad, el pluralismo o la tolerancia, incluso hoy en día podemos decir la interculturalidad, sin ser a su vez abiertos, respetuosos y tolerantes con todos los que piensan diferente, lo cual incluye a quienes no comparten esos valores. Pero, por otro lado, esos valores sucumbirán si no son defendidos cuando están en peligro o son objeto de amenaza. Estos valores son probablemente la mejor aportación de eso que llamamos “occidente” al mundo, y solo una visión absolutamente sectaria o sesgada negaría el papel de Europa en su formación. Tampoco descubrimos gran cosa si constatamos que hoy en día han de afrontar no pocas amenazas en muchos lugares del mundo. Caminamos a un mundo cuya primera potencia puede ser pronto un país que no cree ni comparte esos valores; asistimos a una invasión de otro país por el hecho de que quiere ser europeo y occidental; presenciamos, por ejemplo ahora en Irán, la negación de los derechos más básicos, especialmente de las mujeres.

En este contexto, Josep Borrell, en su condición de Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, viene destacándose en los últimos tiempos por sus afirmaciones más o menos metafóricas que destacan la importancia de estos valores europeos y de su defensa. Tal vez porque su tono contundente y claro contrasta con los de otros como Ursula von der Leyen en esta Unión en cierto modo tricéfala, algunas de estas afirmaciones han sido objeto de duras críticas. Como cuando comparó a Europa con un “jardín” en medio de una “selva”. Pronto algunos consideraron que esta comparación era colonialista o incluso supremacista, pero como él mismo se encargó de explicar, no deja de ser una constatación del nivel de bienestar y de satisfacción de los derechos alcanzado, que, bien entendido, en modo alguno debe implicar una actitud de cierre ante el exterior, sino de acción favorable precisamente para que esa prosperidad relativa pueda mantenerse y, sobre todo extenderse. También ha destacado la importancia de la seguridad y la defensa señalando que no podemos ser herbívoros en un mundo de carnívoros. Y es que, por desgracia, en ciertas ocasiones nuestros valores no pueden defenderse con meras proclamaciones ingenuas o cándidas, y quizá tampoco es la mejor opción encargar esa defensa a otros. La verdad, ya era hora de que un responsable institucional, sensato y alejado del populismo, se expresara así.