Algunas ciudades (San Petersburgo, Copenhage, Estocolmo, Brujas…) dicen ser la “Venecia del norte”. Algunos países (Venezuela) deben su nombre a un recuerdo más o menos remoto de la ciudad de los canales. Pero sólo hay una auténtica Venecia. Es la ciudad que muchas querrían ser, en la que tantas otras se miran; una referencia universal, un mito, casi una ciudad legendaria. La Venecia auténtica es única, pero ¿es “realmente real”? Yo he estado allí, pero no estoy del todo seguro de que esta ciudad exista como algo diferente a una ensoñación colectiva, a una imagen millones de veces repetida, a un hermoso estereotipo, a un escenario diseñado para el desarrollo de un cuento de hadas o de una comedia romántica.

 

Podría intentar describir la magnificencia de la plaza de San Marcos (de la que dijo Napoleón que era “el salón más bello de Europa”), y de la basílica homónima; el esplendor del palacio Ducal, de Ca d´Oro y de tantos otros palacios; la impresión de dar un paseo en góndola con la persona amada por el Gran Canal y los canales pequeños; de los hermosos puentes (el de los Suspiros, el de Rialto y tantos otros), de las viejas casas. Podría apuntar el atractivo artístico de sus torres e iglesias, y el encanto natural de sus centenares de islas, recomendando la visita a algunas de ellas. Podría incluso señalar que los canales y algunas calles deberían mejorar en el aspecto de la limpieza. Pero nada de eso explicaría por qué millones de personas sienten en Venecia que están en el lugar más exclusivo y original que imaginarse pueda. Por qué es seguramente (con permiso de París) la ciudad más romántica del mundo. Por qué en Venecia una atmósfera de irrealidad lo envuelve todo, haciendo que el viajero dude estar allí y, sobre todo, cuestione más tarde si sus recuerdos pertenecen a la auténtica Venecia o a la imagen universalmente compartida de la misma. En realidad, Venecia es tan universal, que todos (los que la hemos visitado físicamente y los que no) hemos estado alguna vez en ella. Y sin embargo, nadie debería morirse sin haberla visitado alguna vez…