Tino Casal
Aunque mi niñez viene unida a ecos de “Al alba”, “Jarcha”, o Paco Ibáñez, cuando yo entraba en la adolescencia aquello de la canción protesta ya estaba un poco de capa caída, y de hecho empezaba a resultar un poco “coñazo” para los que lo de “correr delante de los grises” era algo que contaban los que eran algo mayores. Llegaba la época de “la movida” y un cambio revolucionario en nuestra música. No diré que fueran las letras más profundas que haya escuchado en mi vida, pero había algunas canciones y grupos realmente buenos. Quizá tampoco soy del todo objetivo, porque si dicen que uno es del lugar en el que cursó el bachillerato (o ahora diríamos, ESO y bachillerato), creo que también es la música que escuchamos en esos años la que recordaremos siempre con mayor agrado, en la media que nos recuerda momentos felices y desde luego irrecuperables. En todo caso creo que el repertorio ochentero español es amplio y variado, y que hubo canciones muy buenas, ritmos y estéticas diferentes, un auténtico renacimiento musical. Aquí no procede intentar hacer un elenco, ni siquiera de los mejores, pero no puedo dejar de mencionar que entre mis favoritos, además de Mecano, que siempre situaré en otro nivel, estaba Alaska, los “Toreros muertos” y Tino Casal. Acaso en otra ocasión dedique un “miradero” a los citados en primer lugar, pero hoy me quiero centrar en este auténtico artista nacido en Asturias en 1950, y llamado José Celestino Casal Álvarez, ahora que se cumplen 25 años de su prematura muerte en un trágico accidente de tráfico.
Y es que desde luego, no puede entenderse esa época musical sin algunas de sus canciones. Su discografía relativamente corta (solo publicó cinco álbumes entre 1981 y 1989, aunque tras su fallecimiento ya se han publicado siete recopilatorios) está plagada de números 1. Aunque su primer gran éxito fue “Champú de huevo”, quizá es “Embrujada” la canción que mejor simboliza toda su discografía, habiéndose convertido de algún modo en uno de los iconos de toda aquella época. Aunque sin duda mi canción favorita de Tino fue y sigue siendo “Eloise”, ya que me parece que tiene una fuerza y un ritmo muy especiales, transmite algo intenso que de algún modo acelera la sangre. Especialmente me gusta la versión “Pumpin´ dolls hyperdrama club mix” que se encuentra en el álbum “Casal vive”. En cualquier caso, seguro que la mayoría de los españoles de mi generación recuerdan perfectamente estas canciones, u otros éxitos como “Póker para un perdedor”, “Pánico en el Edén” o “Histeria”, aunque esta última no alcanzó quizá la difusión de las anteriores. Además de su música, en Tino Casal era importantísima esa estética, estrafalaria, rompedora, en todo caso excéntrica, y sin duda única (quizá solo en su estilo Alaska podría presumir de una imagen tan original). Por eso a Tino Casal merecía la pena escucharle y verle en directo. Yo tuve esa suerte, no recuerdo qué año sería, pero estaba en pleno éxito y el concierto fue en un local de moda situado en un “prao” de un pequeño pueblo del oriente de Asturias. Eso sí, como no tenía un duro, y el murito del prao no era muy alto, hice lo que otros muchos en aquella ocasión… No es lo idóneo, pero creo que ya está prescrito, y además no podía perderme al mejor icono de aquella época…