Tiempos difíciles

Dicen que la Historia se repite, y hay ciertos ciclos que vuelven una y otra vez. Pero también es cierto que, siempre hablando en términos muy generales, hay períodos mejores y peores, y hay desgracias grandes de las que algunas generaciones logran librarse. Según los que entienden, yo pertenezco a la llamada generación “baby boomer”, y aunque no sé muy bien lo que esto significa, reconozco que en mi infancia y adolescencia todo parecía más fácil y amable. En los 80 no había que preocuparse demasiado, no nos tocó más guerra que el final de esa llamada “guerra fría” que ya no era una amenaza real, y en España disfrutábamos de un régimen de libertad, derechos y democracia que, en efecto, nos fue dado sin que tuviéramos que hacer nada para conseguirlo. De guerras no sabíamos nada más que lo que contaban nuestros padres, y de pandemias mundiales, las remotas referencias que podían llegarnos de aquella mal llamada “gripe española” que ya era un recuerdo remoto. Pero es verdad que todo cambia y todo vuelve, y así como sabemos, cuenta la Historia que a los “felices años 20” siguió la Gran Depresión y las durísimas crisis de los 30, que nos mostraron algunos de los peores horrores del siglo XX  y condujeron a la mayor guerra hasta entonces jamás vivida. Y no sin cierto paralelismo, a los felices 80 e incluso 90 del siglo XX, que vieron el fin de grandes tensiones y contemplaban con gran esperanza el siglo que se avecinaba, ha seguido un inicio de siglo bastante alejado de aquellas expectativas: los atentados del 11-S abrieron un período nefasto al que ha seguido la explosión de la burbuja inmobiliaria y la mayor crisis económica en décadas, y luego esta terrible pandemia, un escenario bélico en el que algunos vislumbran la amenaza de una nueva guerra mundial, todo ello sin olvidar “pequeñeces” como filomenas, volcanes y vientos saharianos variados…

Esta semana recordamos los dos años desde que en España se declaró el primer estado de alarma con motivo de la pandemia de coronavirus, y no me parece exagerado afirmar que, después de esto, y de todo lo demás que he mencionado, nuestras vidas han cambiado y no volverán nunca a ser exactamente lo que eran. Es difícil ser optimista ante todo esto, pero al menos parece que, aunque lo hemos dicho demasiadas veces sin que se haya hecho realidad, al menos la pandemia está ahora en una situación que parece más asumible. Estos dos años han sido tiempos muy difíciles, y lo más justo es recordar a quienes ya no están aquí por culpa de la enfermedad. Pero nunca hay que perder la esperanza. Por cierto, llama la atención que algunas noticias y reportajes que recuerdan aquel estado de alarma ni siquiera mencionan de pasada que, en su esencia, fue declarado inconstitucional, lo que supuso una vulneración de nuestros derechos. En fin…

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