Reconocer a Guaidó
Así están las cosas en Venezuela: en este momento, el único poder con legitimidad democrática es el legislativo. La última toma de posesión de Maduro se produjo tras unas elecciones que prácticamente nadie ha reconocido, convocadas por una Asamblea Constituyente cuya legitimidad también se puede cuestionar frontalmente. En cuanto a los tribunales que en crisis de este tipo podrían arbitrar la situación y legitimar la salida constitucional, cabe señalar que el Tribunal Supremo se ha dedicado desde 2015, en este tema, a cuestionar la legitimidad de la Asamblea y bloquear su acción, al servicio directo del presidente. En esta situación, es verdad que la única salida son unas elecciones presidenciales verdaderamente limpias y abiertas, pero ¿quién puede convocarlas? El “paso adelante” de Guaidó puede ser la salida. Aunque en términos constitucionales la valoración de su actuación requeriría ser contrastada con la interpretación cualificada y legítima de la norma fundamental, como ya se ha comentado quien podría actuar como intérprete supremo no lo va a hacer. Y permanece la idea de que el presidente de la Asamblea representa al único poder legítimo en Venezuela, y es, por lo tanto, dentro de la lógica del modelo presidencialista el más cualificado para asumir interinamente un cargo que desde las últimas elecciones ha sido usurpado, y solamente hasta la convocatoria de unas nuevas elecciones.
En estas condiciones, reconocer a Guaidó como presidente interino es un deber democrático, y quizá la mejor vía para salir de la profundísima crisis en la que se ha sumido el país. Quedarse en exigir nuevas elecciones no es suficiente, pues como ya he apuntado alguien tiene que gestionar ese proceso, y es incuestionable que no puede ser Maduro. Por lo demás, el argumento de que los demás países han de adoptar una posición “neutral” y no inmiscuirse en los asuntos de Venezuela, se derrumba desde mi punto de vista si advertimos dos circunstancias. En primer lugar, que antes una situación de falta absoluta e incuestionable de legitimidad democrática de un Gobierno, la indiferencia no parece ser la mejor actitud. En segundo lugar, que la neutralidad no es en realidad posible. Todos aquellos Estados que mantienen relaciones diplomáticas con Venezuela, con independencia de la valoración que hicieran en su momento de las últimas elecciones presidenciales, están reconociendo “de facto” a un Gobierno también “de facto”, si se me permite la redundancia. En la situación actual, salvo caso de ruptura de relaciones, que en modo alguno es el deseable, no reconocer a Guaidó es reconocer a Maduro, y por tanto colaborar a que un Gobierno ilegítimo permanezca en el poder. Esto es, en mi modesta opinión, lo que deberían valorar los Gobiernos europeos y la propia Unión. En lugar de volver a llegar los últimos a una situación crucial, en un momento decisivo.
Fuente de la imagen: https://www.elmundo.es/internacional/2019/01/23/5c48b12dfdddff16678b45ab.html