No mires arriba
Hace tiempo que no traigo comentarios de cine a este espacio, quizá influya la pereza para ir a las salas con la pandemia, y mi poca afición a los estrenos de las plataformas, que pocas veces me llaman la atención, quizá porque estas están centradas más en series adictivas e interminables que, aun cuando pudieran tener inicialmente algún interés, terminan agotándome y haciéndome pensar en cuántas cosas más positivas podría estar haciendo en esas horas. Pero siempre hay excepciones, y me parece que “No mires arriba” es una de ellas. Una película que está siendo muy comentada en las últimas semanas, aunque verdaderamente no todas las opiniones son muy favorables. A mí, la verdad, me encantó. Sobre todo porque, sin dejar de ser una comedia, no deja de ser una radiografía bastante descarnada de nuestra sociedad, pero que, para ser sincero, no me parece nada exagerada. Aparecen todos los ingredientes fundamentales que sin duda nos resultarán bastante familiares: hipersaturación de información, dificultad para conocer la verdad, superficialidad y banalidad de los líderes políticos, de los análisis de los medios de comunicación y, cómo no, de la sociedad en su conjunto; ya que, no nos engañemos, aquellos no dejan de ser, casi siempre, reflejo del conjunto de la sociedad, con la que mantienen una doble relación de efecto y causa, en un bucle que se retroalimenta.
El caso es que la película plantea un caso hipotético pero no descartable (el impacto de un meteorito que puede causar el fin de nuestro planeta) como pretexto para mostrar una sociedad más interesada en la imagen, en el impacto inmediato o en el seguimiento de consignas y eslóganes que no resistirían una crítica mínimamente rigurosa (“no mires arriba!”), que en la información veraz y rigurosa y en el debate serio de los temas, todo ello en el contexto de lo que algunos han denominado el “capitalismo de la atención” en el que, en efecto, el bien más valioso son unos segundos de atención del consumidor/usuario/cliente/espectador, y también de un “capitalismo de la vigilancia” en el que quienes más saben de lo más profundo de nosotros mismos son… los algoritmos de las redes sociales. En resumen, todo resulta bastante ridículo, pero nada me parece muy exagerado. En este contexto, podría parecer una especie de “comedia pesimista” pero más bien sucede que, simplemente, desnuda a nuestras sociedades: con más información que nunca, pero no por ello más informadas ni reflexivos, sino más bien ignorantes, superficiales, cándidas e intolerantes a la crítica y la adversidad. Lo demás… es una consecuencia nunca descartable. Solo me queda añadir que el excelente trabajo de DiCaprio, Jennifer Lawrence y Mery Streep, y todo el excelente plantel de actores a las órdenes de Adam McKay, contribuye de forma notoria al interés y valor de la película.
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