¿No interesa Europa?
Siempre he sido un europeísta convencido, aunque a veces determinadas circunstancias ponen a prueba la firmeza de nuestras convicciones europeas. No tengo la menor duda de la trascendencia de las políticas y de las instituciones europeas, y por supuesto de la reciente elección del Parlamento europeo, cuya relevancia para toda la Unión -y obviamente también para España- es incuestionable. Sin embargo, como es sabido, en los procesos electorales europeos no suele alcanzarse ni el 50% de participación en nuestro país, salvo que estos coincidan con otros. Es habitual criticar la actitud despreocupada de la población (o de parte de la población), que se desentiende de las preocupaciones europeas. E incluso no parece muy aventurado especular con que la mayoría de esa escasa mitad del censo que ha decidido acudir a las urnas no ha votado pensando en la situación de Europa o en los problemas del continente, sino más bien en las cuitas, pugnas y vicisitudes específicamente españolas. Yo creo que todo esto es en líneas generales así… y sin embargo, ni hay que culpar de ello a los votantes, ni necesariamente es tan negativo como algunos creen.
Lo primero, si parte importante de la ciudadanía no considera tan importantes los temas europeos como para ir a votar (o va a votar pensando en otras cuestiones), puede ser porque, en efecto, lo que deciden los votantes no tenga tanta trascendencia como podría pensarse, y/o también porque el votante no perciba esa trascendencia. Respecto a esto último, hay que hacer mucha “pedagogía europea”, y esta no solo debería hacerse desde las instituciones, sino también desde los partidos políticos y desde la misma escuela. Pero algo puede haber de fundamentado en la idea de que estas elecciones no son tan trascendentes. Aunque las sucesivas reformas han reforzado la posición del Parlamento europeo, y la conexión del ejecutivo (la Comisión) respecto a este, en el contexto europeo unas elecciones en las que no hay claramente candidatos a presidente por parte de los partidos, pierden bastante interés. Y todavía en el ámbito de la Unión es bastante lo que deciden los Estados, con participación menor del propio Parlamento. Por último, el funcionamiento de este es algo peculiar, interesante e impredecible a veces, pero poco identificable por los ciudadanos. La (positiva) alianza que suele producirse entre partidos moderados y europeístas hace que sean menos previsibles “sobresaltos” para los ciudadanos, y eso a pesar de que en estas últimas elecciones se ha acentuado en parte la presencia de partidos extremos y más radicales. Pero en la parte en que la abstención elevada obedece a cierta tranquilidad… no parece tan mala.