Nadal
El frenesí informativo de estos días, y acaso también la costumbre, ha restado relieve al undécimo triunfo de Rafa Nadal en Roland Garros. Antes de que el mundial de Rusia 2018 monopolice toda la atención, creo que es el momento de detenerse en esta proeza, y en los méritos de su autor. Desde luego, y más allá de apreciaciones subjetivas, los datos y las cifras son apabullantes. El actual número uno del tenis mundial no solo ha sido el único tenista que ha conseguido ganar once veces el torneo de Roland Garros, sino que además es el segundo con más títulos del Grand Slam (17, por 20 de Roger Federer, cifra que por cierto no parece imposible que alcance el manacorí), y ocupa el primer lugar en títulos de Masters 1000 en modalidad individual. Es el cuarto en la lista de títulos ATP, pero comparte con su amigo Federer el primer lugar en número de títulos ATP World Tour 500. Además de todo ello, tiene dos medallas de oro olímpicas, que contribuyen a que haya sido el tenista más joven en conseguir el llamado “Golden Slam” a lo largo de su carrera, lo que logró en 2010.
Creo que se puede afirmar, sin temor a resultar exagerado, que es uno de los mejores tenistas de la historia (y sin duda el mejor en tierra batida), así como uno de los mejores deportistas españoles en toda la historia (con permiso, quizá, de Miguel Indurain). Parafraseando aquel anuncio de cerveza, podría decirse que es “probablemente, el mejor deportista español de la historia”. Todo esto son méritos más que suficientes, pero como he dicho muchas veces, en el caso de deportistas con gran proyección pública, no hay que olvidar que son, para muchas personas, y especialmente jóvenes, un modelo, o al menos una referencia. Y por ello, hay que valorar que sepan transmitir determinados valores positivos. En este sentido, Rafa puede ponerse como ejemplo en no pocos aspectos. En primer lugar, su capacidad de lucha y superación. Su carrera, siendo espectacular, ha sido algo irregular por culpa de las lesiones. Pero nunca ha abandonado, siempre ha sido constante, y así ha logrado levantarse tantas veces como ha caído. Por otro lado, este tenista sabe mantener, en sus apariciones públicas, un equilibrio muy adecuado entre el “estar callado” y no pronunciarse ante nada (como si los deportistas no vivieran en la sociedad), y “ser un bocazas”. Nadal ha sido siempre prudente y moderado, pero ha expresado su opinión cuando lo ha considerado. Por eso sabemos, entre otras cosas, que este tenista balear está orgulloso de ser español (y basta ver cómo se emociona con el himno) y desea que España siga estando unida. Por todo, enhorabuena campeón.
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