Mirando a Alemania

Mirando a Alemania

En un mundo cada vez más globalizado, y en una Europa cada vez más integrada (supuestamente), los resultados electorales de Alemania cobran importancia para todos, por la importancia de este país, por lo que tienen de fenómeno común de nuestro tiempo, y por lo que también tienen de peculiar, o al menos lo que de peculiar puede tener el proceso que ahora se abre para la formación de Gobierno. Respecto a lo primero, lamentablemente (en mi opinión) hay que volver a destacar el auge de los extremos, tanto a la izquierda como a la derecha, pero sobre todo de esa “Alternativa para Alemania” que se ha convertido en la segunda fuerza del país, y la primera en casi todos los Länder del Este. El populismo reinante, la demagogia y los mensajes muy básicos pero aparentemente empáticos tienden al fomento de la polarización y del extremismo, como estamos viendo en tantos países. Pero ante este fenómeno, quizá lo más llamativo que nos ofrece el ejemplo alemán es la salida que parece plantearse, desde dos puntos de vista: en primer lugar, parece que todos los partidos descartan cualquier combinación de Gobierno que incluya a la extrema derecha; y en segundo lugar, los dos grandes partidos moderados (CDU y SPD, cristiano demócratas y socialdemócratas) parecen estar dispuestos a entenderse y quizá reeditar aquella große Koalition que ya formó una amplia mayoría de gobierno hace años, y que podría facilitar una etapa de estabilidad y de moderación.

 

Y, desde luego, en España, ambas características resultarían casi inimaginables. Pero no conviene centrarse solo en el que podríamos denominar “cordón sanitario” que las fuerzas políticas están dispuestas -al menos de momento- a aplicar a la extrema derecha. Es verdad que, en España, esta situación no parece muy probable, pero tampoco creo que quepa equiparar sin más la situación de la extrema derecha en uno y otro país, ni sobre todo cabe equiparar la posición de otros partidos. Porque, en efecto, más allá de acuerdos puntuales, como reformas constitucionales casi desapercibidas, la muy tardía y ya inexcusable renovación del Consejo General del Poder Judicial, y poco más, aquí los dos partidos más (teóricamente) moderados no parecen dispuestos a entenderse en casi nada, y mucho menos a una coalición de gobierno. Seguro que en esto tienen su cuota de culpa ambas partes, pero no deja de resultar un poco cínico que nuestro Gobierno reproche a la oposición el no seguir el ejemplo alemán, cuando el propio Gobierno -que preside quien en su día se negó a abstenerse en la investidura de Rajoy- ahora ha estado dispuesto a gobernar sin ser la fuerza mayoritaria y a negociar (y ceder) en todo y con todos, excepto con la primera fuerza política del arco parlamentario.