Florencia
Recordaré siempre la primera impresión que me causó la Catedral de Santa María de las Flores. Fue como si se apareciera, casi por sorpresa, de repente y tras muy pocos minutos caminando desde la Estación Central, una de las maravillas más espectaculares del mundo. El baptisterio, el campanario de Giotto, la fachada neogótica y, sobre todo, la imponente cúpula de Brunelleschi que destaca sobre todo lo demás, se unen en una inusual armonía para configurar sin duda uno de los templos más bellos del mundo. A partir de ahí, el paseo por el casco histórico florentino es simplemente un recorrido por la Hermosura con mayúsculas. Cada calle y cada iglesia tienen algo que ofrecernos. En la monumental piazza della Signoria, a pesar de que actualmente la mayor parte de las estatuas son reproducciones, uno se emociona y ya no sabe dónde mirar; y se puede sentir la sencilla elegancia y el gusto por la belleza que han caracterizado a esta ciudad desde el Renacimiento. Luego, el Ponte Vecchio y el Arno nos ofrecen una de las más típicas estampas florentinas. En fin, ya al otro lado del río, y por ofrecer sólo algunas pinceladas del lugar, el forte di Belvedere nos muestra sin duda una de las vistas más completas y armónicas de esta ciudad única e irrepetible en la que abundan las preciosas panorámicas.
En fin, para mi gusto es sencillamente inigualable. Es el Renacimiento en estado puro, y por tanto la más genuina expresión de la belleza. Mi espíritu toledano, por supuesto subjetivo, es capaz siempre de impresionarse al regresar a nuestra imperial ciudad, tras un viaje por cualquier otra, pues para mí Toledo es la que, como conjunto, ofrece una belleza más armónica. Pero cuando recuerdo Florencia, ya no me atrevería a pronunciarme. Tampoco creo que sea necesaria ni oportuna la comparación entre los que quizá sean los dos más espectaculares cascos históricos de Europa. Así como nuestra ciudad es una espléndida expresión de la Edad Media, la capital de la Toscana es la más cuidada manifestación del Renacimiento. Sólo sé que ambas me enamoran…