Estrasburgo
Puede que, en términos turísticos, quede parcialmente eclipsada por otras ciudades francesas o centroeuropeas. Pero Estrasburgo es, sin duda, una ciudad de gran interés. No solo es hoy “una de las capitales” de Europa, sino que también lo es de una región llena de historia, como es Alsacia. Junto a Lorena, esta región pasó en los últimos siglos varias veces de Alemania a Francia, y a la inversa, hasta su actual ubicación en el país galo, desde el final de la segunda guerra mundial. Hoy es capital del departamento del Bajo Rin, y tras la reestructuración de las regiones francesas en 2016, también cabeza de la región Gran Este. Pero esa historia de mixtura está todavía presente en su fisonomía, en su cultura, en su gastronomía. Aquí encontramos platos típicamente alemanes como el choucrute o el codillo, pero también el foigras de oca (que en realidad fue inventado aquí) o la tarta flambeada, junto al tradicional puchero alsaciano o baeckeoffe. Alguien pensaría que esto no es especialmente destacado en Francia, pero es de gran nivel si lo comparamos con Alemania; aunque tampoco quiero ser tan simplista. Lo bueno es que -seguramente fruto de esa misma mixtura- hay muy buena cerveza y muy buenos vinos. En todo caso, la ciudad es mucho más, y tiene uno de los centros históricos más cuidados y agradables de la zona, y eso que en ese aspecto, sin duda, hay gran competencia. Las calles estrechas, las casas con sus típicos tejados y fachadas con madera vista, las hermosas plantas y flores, el agradable entorno de los ríos, dominan el centro. Desde luego, es imprescindible su catedral, una auténtica joya del gótico, que hay que ver despacio.
Pero sin duda, hoy su vertiente europea -aspecto por el que es conocida en todo el mundo- marca también la estructura urbana de la ciudad. Una de las sedes del Parlamento europeo está aquí, pero Estrasburgo es también capital de “la otra Europa”, esto es, el Consejo de Europa, y por tanto aquí está también el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, cuya trascendencia es imposible exagerar. Piensen que, solo contando la población de los 47 Estados que reconocen su jurisdicción, a este Tribunal pueden acceder directamente (desde que se suprimió la Comisión) más de 800 millones de personas en el mundo, desde el Atlántico al Estrecho de Bering. Este tribunal no está muy lejos de la frontera alemana, y tras la visita es posible cruzar el río Rin dando un paseo, tomarse el café en Alemania y regresar a Francia. Y mientras tanto, pensar en todo lo que ha costado que este lugar pase de ser el centro de las disputas (y varias guerras) francoalemanas, a ser uno de los centros de este sueño hecho realidad llamado Europa sin fronteras.