Eduardo Espín
Hace unos días presentábamos en la iglesia paraninfo de San Pedro Mártir el libro homenaje a Eduardo Espín Templado, una obra colectiva de la que he tenido el honor de ser codirector, y en la que han participado prestigiosos juristas del ámbito académico y jurisdiccional, en especial colegas universitarios y compañeros en el Tribunal Supremo, así como discípulos y discípulos de los discípulos de Eduardo, que forman parte de la que ya ha sido bautizada como “Escuela de Toledo de Derecho Constitucional”, y que él fundó desde su llegada a la cátedra de la imperial ciudad en 1991. Porque, en efecto, la trayectoria académica de Eduardo Espín, quien se jubilará en septiembre de este año, tiene dos etapas nítidas: la universitaria, que inicia con su llegada a la Universidad Complutense como ayudante de Jorge de Esteban y alcanza hasta el año 2003, y la jurisdiccional, que comienza en ese año con su incorporación como magistrado a la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo. Dentro de la primera (que engloba también un período como letrado del Tribunal Constitucional) hay que señalar que probablemente su período más destacado y fructífero se produjo precisamente en la UCLM, en Toledo, donde dejó esa importante obra que hoy se materializa en la citada Escuela. Creo que el libro pasa a ser una referencia insoslayable en el ámbito del Derecho Constitucional, y puedo decirlo sin que suene pretencioso porque el mérito es básicamente del prestigio de los autores y del nivel académico de los trabajos que engloba. El título de la obra es Constitución y control jurisdiccional del poder, porque esta idea resume bastante bien la línea del conjunto de los trabajos que engloba, y a su vez la línea central de pensamiento, trabajo e investigación de Eduardo Espín.
La obra se ha presentado con la presencia del rector de la UCLM y el decano de nuestra Facultad, y en el contexto de una Especialidad en Justicia Constitucional que reúne a 200 juristas españoles e iberoamericanos entre profesores y alumnos, y que esta vez resulta emotiva por lo que tiene de reconocimiento a algunos grandes maestros del derecho. Espín es uno de ellos, pero para mí es mi maestro, y no solo porque en el ámbito académico suele considerarse como tal a quien dirige la tesis doctoral, sino porque siempre le he sentido como el más próximo entre todos ellos, y sin duda la persona de quien más he aprendido, no solo en el ámbito académico sino también en muchas otras facetas de la vida. De él podría destacar tantas cosas, pero para ser sintético me quedaría con la insistencia en la formación básica, el sentido común, y la profunda honestidad. Estoy muy orgulloso de él, y también de poder decir que soy su primer discípulo.