Dios miente
Este título indudablemente provocador es el del libro que quiero recomendar a mis lectores en esta ocasión. Su autor, Luis García Chico, es una persona a quien conozco bien y por quien profeso un sincero aprecio y afecto, porque fue hace años mi alumno, y ahora doctorando bajo mi dirección en nuestra Universidad, y sus aportaciones son siempre interesantes. No sabría si decir que es un jurista metido a filósofo (y teólogo), o un filósofo-teólogo que se dedica profesionalmente al derecho, pero en todo caso es un experto en teoría de la mentira (lo que no quiere decir experto en mentiras, de esos tenemos más en nuestra clase política). Precisamente “Teoría de la mentira” es el título de un trabajo más extenso y profundo de su autoría, pero hoy quiero detenerme en dar unas “pinceladas” sobre esta otra obra más breve y reciente.
No puedo -ni tiene sentido que lo intentase- desgranar los argumentos de este libro, pero su tesis central es que Dios “puede mentir” y engañar, como sugiere el subtítulo. Para demostrarla se apoya en muy numerosas citas bíblicas -demostrando un amplísimo conocimiento de los libros sagrados- que se refieren a situaciones en las que Dios miente o engaña, o aprueba la mentira o el engaño con ciertas finalidades ¨nobles”. Dios permite esa mentira, y del mismo modo que algún autor trató de demostrar que Dios no puede ser solo bueno, García Chico entiende que tiene esa capacidad para mentir, y en términos de conjeturas señala que acaso efectivamente miente. Nos dice: “Dios no se equivoca, y si engañase acertaría”, o en resumen, “Dios metafísicamente es la Verdad, pero epistemológicamente es mentira”. Esto último fundamentalmente porque quienes le tratamos de conocerle somos por esencia limitados y nunca llegamos a entender la verdad. En realidad, en mi opinión, hay un cierto trasfondo escolástico en este debate, pues al igual que no sabemos si lo bueno es bueno porque Dios lo manda, o Dios lo manda porque es bueno, tampoco podemos saber si la Verdad es tal porque Dios lo decide, o Dios lo decide porque existe esa verdad. Yo tiendo a creer que es esto último. Pero lo que veo con más claridad, aunque no sé en qué medida estará el autor de acuerdo con esto, es que si podemos hablar de la mentira es porque existe la verdad, de modo que no tiene sentido afirmar “todo es mentira”, ya que es imposible definir la mentira sin aludir a la verdad. Por lo demás, si Dios miente -o incluso si solamente puede mentir- es porque existe, así que de algún modo la constancia de la mentira llegaría a ser una prueba lógica de que hay verdad, y el papel de Dios en esta dialéctica verdad-mentira nos habla de la existencia del mismo Dios, aunque la prueba de esto sea ya otra historia…