Derechos y democracia

Derechos y democracia

Es uno de los debates clásicos de la teoría política: si la soberanía popular  debe prevalecer sobre todo, o tiene límites, que serían fundamentalmente los derechos. La primera postura sería la de Rousseau, la segunda estaría representada por Locke. Yo creo que se puede ser liberal y demócrata a la vez, pero el punto de equilibrio no es siempre fácil. Indudablemente, yo me adscribo a la línea de los límites necesarios a toda decisión mayoritaria; y no por mi confesada afinidad liberal -entendida en el mejor sentido, hay que aclarar hoy-, sino todo por mi creencia en que la Constitución tiene un sentido, y es precisamente ese. Porque además es evidente que hoy esos límites, constituidos por los derechos, no serían solo la vida, la libertad y la propiedad, sino también los derechos políticos, económicos, sociales, culturales, ambientales, y en definitiva todas las generaciones de derechos. Siempre he dicho que todos los derechos tienen el mismo rango e importancia, con independencia de que en algunos sistemas la garantía de algunos queda algo más debilitada, como sucede precisamente en nuestra Constitución.

 

Dicho lo anterior, pocos argumentos son más peligrosos como el que tiende a maximizar la idea de esos límites, y sobre todo a seleccionar y orientar el sentido en el que deben interpretarse. Ese argumento, recurrente, parece estar cobrando fuerza en algunos de los mensajes de esta campaña electoral. Basta con decir que una eventual mayoría de derechas (aunque pueda ser en realidad de un arco ideológico mucho más amplio) supondría una amenaza a nuestros derechos, para deducir que tal resultado pondría en peligro la democracia. Si la democracia incluye la idea de que la decisión mayoritaria tiene por límites los derechos, una mayoría que, por esencia y definición, los amenace, no sería propiamente democracia. La conclusión de este silogismo es que siempre que gane la derecha no hay democracia. Pero es claro que tampoco habría democracia si solo puede ganar la izquierda… así que este tipo de razonamientos conducen a un callejón sin salida. Más bien cabría reconocer que todas las mayorías, por desgracia inevitable, van a cometer vulneraciones de los derechos, pero no por ello pueden definirse esencialmente como tal amenaza. Que la diferencia entre izquierda y derecha, si consideramos las opciones moderadas, suele ser de mayor o menor énfasis en los derechos de libertad y los de igualdad. Y si incluimos a las más radicales, el riesgo puede estar tanto en un lado como en otro, pero el sistema tiene -en términos generales- mecanismos para evitarlo o repararlo. Cada uno que vote lo que quiera, pero creo que globalmente nuestros derechos no están en juego y es peligroso transmitir lo contrario.