Covadonga 1918
El primer parque nacional de España, y uno de los primeros del mundo después de Yellowstone (1870) y Yosemite (1890), se declaró hace ahora un siglo. Fue el Parque Nacional de la Montaña de Covadonga (que en 1995 se extendería y cambiaría su nombre para comprender los tres macizos de los Picos de Europa). En este proceso fue decisiva la figura de don Pedro Pidal y Bernaldo de Quirós, marqués de Villaviciosa de Asturias, quien dos años antes había realizado una encendida defensa del conservacionismo en la tramitación de nuestra primera Ley de Parques en el Senado: “Un castillo, una torre, una muralla, un templo, un edificio, se declara Monumento Nacional para salvarlo de las destrucciones. ¿Y por qué un monte excepcionalmente pintoresco (…) no ha de ser declarado Parque Nacional para salvarlo de la ruina? ¿No hay santuarios para el arte? ¿Por qué no ha de haber santuarios para la Naturaleza?”. Don Pedro Pidal había sido, con Gregorio Pérez, “el cainejo”, la primera persona en alcanzar la cima del Naranjo de Bulnes. Y tanto amó estos maravillosos lugares, que quiso enterrarse allí, en Ordiales, bajo una roca en la que puede leerse su epitafio: “Enamorado del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, en él desearíamos vivir, morir y reposar eternamente, pero, esto último, en Ordiales, en el reino encantado de los rebecos y las águilas, allí donde conocí la felicidad de los Cielos y de la Tierra, allí donde pasé horas de admiración, emoción, ensueño y transporte inolvidables, allí donde adoré a Dios en sus obras como Supremo Artífice, allí donde la Naturaleza se me apareció verdaderamente como un templo”.
Con la inauguración de nuestro primer parque nacional por el rey Alfonso XIII, comienza un siglo en el que esta máxima figura para la preservación de la naturaleza se ha extendido en España a quince lugares emblemáticos (a los que hay que añadir centenares de lugares que han merecido otras formas de reconocimiento). Su gestión ha planteado no pocos problemas y dificultades. Por ejemplo, Picos de Europa es el segundo parque más extenso, y su territorio se sitúa entre tres Comunidades Autónomas, incluyendo varias entidades de población. En todo caso, esta figura de protección ha sido sin duda positiva, no solo desde el punto de vista medioambiental, sino también turístico y económico. Pero lo más importante es el efecto de concienciación ciudadana sobre la necesidad de protección de estos enclaves frágiles que, siguiendo la metáfora de Pidal, todos deberíamos considerar auténticos santuarios. Y actuar en consecuencia.