Ciudades de Iberoamérica: Puebla
Hay en Iberoamérica, y específicamente en México, bastantes ciudades coloniales, con sus hermosas catedrales e iglesias y sus calles coquetas y coloridas. Todas tienen algo en común, como es ese estilo hispano, pero al tiempo cada una es diferente. Puebla de México, fundada como Puebla de los Ángeles y hoy oficialmente denominada Heroica Puebla de Zaragoza, es sin duda única. México es, se diga lo que se diga, un país profundamente hispano y profundamente indígena. Algunos lugares, como la vecina Cholula, sintetizan de forma magistral ambas almas. En Puebla, sin dejar de apreciarse esa mixtura que identifica al país, predomina el elemento hispano. Fundada en 1531 en un lugar estratégico en la comunicación entre el puerto de Veracruz y la ciudad de México, conserva perfectamente las huellas principales de ese pasado colonial, a las que se une desde luego su historia posterior, dando lugar a la quinta ciudad más poblada del país. Nunca utilizo estas breves columnas para intentar hacer una especie de guía histórico-artística de los lugares que visito, para lo cual, desde luego, me faltarían conocimientos y experiencia. Y ello es particularmente cierto en esta ciudad tan sumamente llena de iglesias y conventos de enorme valor. Pero sería imposible entender Puebla sin su colosal catedral, cuya portada está flanqueada por sus impresionantes torres, mientras que su crucero está coronada por una espectacular cúpula. Pero hablando de cúpulas, de alguna manera estas son protagonistas de esta ciudad, ya que cualquier panorámica muestra no pocas, que vienen a coronar las diversas iglesias y conventos. Se dice que los españoles quisieron emular la gran cantidad de templos indígenas que encontraron (construidos estos habitualmente en forma de pirámides), y que en estos valles alcanzarían una por cada día del año; sea como fuere, hoy podemos disfrutar de esta gran cantidad de iglesias que suelen mezclar diversos estilos, aunque cabe señalar el protagonismo del barroco. En el interior, a veces las iglesias nos sorprenden con la riqueza ornamental que da el uso de los hilos de oro, como por ejemplo en la espectacular capilla del Rosario. Pero más allá de toda esta riqueza, pasear por el centro de Puebla es una delicia, que permite disfrutar de sus calles y casas coloridas y generalmente muy bien cuidadas, muchas de las cuales son edificios históricos de gran valor. La ciudad ha logrado así un interesante equilibrio entre el dinamismo y la tranquilidad.
Por supuesto, esta crónica de impresiones y sensaciones no puede terminar sin destacar el gran valor de su cerámica, llamada por su especial proceso “talavera”, y que como quizá sepan los lectores, comparte desde no hace mucho la declaración como patrimonio inmaterial de la UNESCO con Tlaxcala, y nuestras ciudades de Talavera de la Reina y Puente del Arzobispo. Y en fin, hay que mencionar al menos el enorme valor de la gastronomía poblana, uno de los emblemas de la gran gastronomía mexicana, y en la que cabe destacar el mole poblano, aunque yo debo ya añadir la recomendación del exquisito mole de cadera.