Ciudades de España: Santander
No sé si hay ránquines de elegancia en las ciudades españolas, pero si existen, no dudo de que Santander ha de estar en la parte alta de cualquiera de ellos. Junto a su hermosa bahía, el mar, el clima, las edificaciones… todo contribuye a esa característica. Y creo que desde luego las personas, tanto sus habitantes como la mayoría de sus visitantes, contribuyen a realzar esta cualidad. A pesar de ser una ciudad costera con fabulosas playas, en Santander no se pasea de cualquier modo. En el Paseo de Pereda nadie camina hecho un pingo (lo que no quiere decir que haya que arreglarse como para ir a la ópera, aunque algunas… casi lo parece). E incluso en la misma orilla de las playas del Sardinero, algunos locales tradicionalmente prohibían la entrada en traje de baño. Los ejemplos serían innumerables. Los jardines de Piquío son una deliciosa coquetería junto al mar, la península de la Magdalena, con su palacio sede de los cursos de verano de la UIMP, es una pequeña joya que deleita los sentidos; la limpieza suele ser una de las características de esta ciudad, y los mismos escaparates de las tiendas son inequívocas muestras de estilo.
A pesar de que ahora en los veranos la ciudad tiende a saturarse con los visitantes, la verdad es que conserva cierto aire tranquilo. En los años 20 del siglo XX compartió con San Sebastián el liderazgo del glamur de aquellos “baños de ola”, aunque la nobleza bien se cuidaba de usar las sombrillas para que la piel no se oscureciera. Hoy, afortunadamente, las vacaciones en la playa resultan mucho más accesibles, a pesar de las dificultades de la coyuntura económica… pero Santander conserva no poco de ese aire tranquilo y de ese estilo singular. Ciudad ideal para el baño, para el paseo tranquilo, pero también para el disfrute cultural y, ¡cómo no! parte de este es la gastronomía: excelentes pescados que pueden degustarse de mil formas variadas y dan lugar a guisos como el famoso sorropotún; carnes de primera calidad, y extraordinarios cocidos (el montañés, el lebaniego entre otros) hacen de Cantabria una de las sublimaciones del panorama gastronómico español. En cuanto a la cultura, aunque el famoso incendio de 1942 destruyó arte importante de la ciudad, todavía se conservan monumentos de interés, destacando su catedral; y hay que añadir, además, los edificios más modernos que albergan eventos culturales de importancia, como el Auditorium o, más recientemente, el interesante Centro Botín, cuya arquitectura -como ahora se suele decir- “dialoga” con la bahía. En fin, para el paseo hay mil opciones agradables, pero me atrevo a recomendar, para los más valientes, la preciosa senda costera que, partiendo del Faro de Cabo Mayor, recorre unos 30 kilómetros hasta llegar a Boo de Piélagos. Una ciudad única.