Málaga
Sol y playa. Puede que muchas personas asocien Málaga, ciudad y provincia, a esta idea. Y es indudable que las playas y el buen clima son habitualmente un atractivo de esta zona que no en vano es llamada “Costa del Sol”. Pero esto, que no está mal, para mí es lo de menos a la hora de dedicarle este artículo a esta gran ciudad española, la sexta por su población. Porque, mucho más allá de esta imagen, Málaga es fenicia y romana, árabe y cristiana. Profundamente tradicional y profundamente moderna, es una ciudad orgullosa de su Semana Santa y su Cristo de la Buena Muerte, tan vinculado a la Legión; o de su Virgen de la Victoria; pero también una ciudad moderna, abierta y tolerante. Profundamente española, y profundamente cosmopolita. Una ciudad llena de lugares emblemáticos que no hay que perderse. Entre ellos, y por supuesto, destaco en primer lugar la tradicional y concurrida calle del marqués de Larios (o simplemente calle Larios). También la catedral y las calles del centro de la ciudad, siempre animadas y agradables. Y, cómo no, la zona del puerto deportivo, llena de lugares ideales para cenar o tomar una copa. Sin olvidar, desde luego, que es absolutamente imprescindible subir al parador de Gibralfaro para contemplar una espectacular vista de conjunto de toda la ciudad.
En el aspecto monumental, además de lo ya citado, hay que destacar las importantes huellas de su pasado romano y árabe, como son el teatro romano y, por supuesto, la alcazaba, cuya visita es obligada, y que además ofrece vistas muy hermosas desde la zona del puerto, sobre todo por la noche con su agradable iluminación. Y siguiendo en el ámbito cultural, es imposible omitir la visita a la casa natal de Picasso. Pero por supuesto, y dado que esta serie de artículos nunca ha pretendido ser una guía turística de lugares, sino más bien lo que en su día llamé una “guía de sensaciones y sentimientos”, hay que destacar que Málaga es una ciudad agradable como pocas, ideal para descubrir y pasear tranquilamente, sin el ansia del turista. Hay que disfrutar del carácter y la gracia de los lugareños, del ambiente siempre animado. Y, claro está, de la gastronomía, variadísima, muy adecuada para el “tapeo”, algo que siempre hay que disfrutar en el sur de España, y en la que los pescados ocupan un importante protagonismo, aunque yo no puedo dejar de destacar la porra antequerana, una de mis grandes debilidades. Y claro, desde que fenicios y griegos introdujeron el viñedo, no se puede hablar de Málaga sin destacar sus excelentes vinos, en especial los dulces. En fin, una ciudad maravillosa, para disfrutar con todos los sentidos. ¡Ah! Lo olvidaba: por si alguien no lo sabía, hay excelentes playas, como la Caleta y la Malagueta…