Ciudad de México
La segunda ciudad más poblada del mundo, detrás de Tokio, es también una de las más caóticas, vivas, activas y desbordantes. Es como es, con sus ventajas e inconvenientes; puede gustar o no, depende del criterio de cada cual, pero incuestionablemente tiene una fuerte personalidad y a nadie le deja indiferente. A mí me fascina y me apasiona. Habitualmente se han destacado sus problemas de contaminación, tráfico rodado e inseguridad. Sin que quepa negarlos, hay que destacar que todos ellos han ido mejorando en los últimos años. Pero sobre todo, esos elementos darían una imagen parcial y distorsionada de esta megápolis. Puede que México sea una ciudad de grandes atascos y aglomeraciones, pero muy por encima de eso es una ciudad maravillosa en la que los contrastes son seña de identidad. Es tradicional y moderna, hispana e indígena, histórica y al tiempo plenamente actual. Es enorme pero no tiene prácticamente rascacielos, ocupa una extensión inmensa de territorio, pero algunos barrios tienen aún un cierto aire clásico y provinciano, mientras otros nos muestran lo más pujante de una ciudad poderosa y en pleno desarrollo social y económico…
Hay que verla. No sólo realizar las clásicas visitas al Zócalo (una de las plazas más grandes del mundo y la principal imagen de la ciudad), Avenida de la Reforma, Xochimilco (residuo de la laguna sobre la que se ubicó la ciudad) o el mundialmente conocido santuario de Guadalupe, sin olvidarse del muy próximo yacimiento arqueológico de Teotihuacán; no sólo –aunque también- disfrutar de las visitas a mil y un museos interesantes, encabezados en mi opinión por el completísimo e imprescindible Museo Nacional de Antropología. Sino sobre todo recorrer sus más variadas calles y barrios, recorrerla sin preocuparse por los agobios del tráfico, saborear la variadísima y exquisita gastronomía (que va mucho más allá de la imagen reducida y distorsionada de puritos chiles que aquí tenemos), visitar alguno de los mercados en los que puede comprarse (previo “regateo”, como nos gusta a los españoles) la mejor artesanía del continente, y en suma, disfrutar de la amabilidad y del carácter de las gentes de esta macrociudad que es la capital del que quizá sea el país del mundo más parecido a España, y al tiempo uno de los que más personalidad propia posee.