Así están las cosas

Si no fuera porque están en juego la Constitución y valores medulares de nuestro sistema, la situación en a que ha quedado la tramitación de la proposición de ley de amnistía, y en definitiva la legislatura, tendría el interés de una batalla estratégica entre Sánchez y Puigdemont, de incierto resultado. Es verdad que hasta ahora el prófugo ha tenido la sartén por el mango en todo momento, y por eso lo ha apostado todo a la baza de poder volver, limpio de polvo y paja y en loor de multitudes, de forma inminente y con posibilidades de volver a presidir Cataluña. Pero también es cierto que, si la baraja se rompe definitivamente, la amnistía nunca llegará a ser realidad, con lo cual habrá perdido todas sus expectativas. Por su parte, Sánchez no tendría ningún problema en aceptar todo lo que haga falta a cambio de permanecer en el poder, y ni siquiera estoy seguro de que le importe demasiado un coste político y electoral futuro de todo esto, más incierto y eventual cuanto más lejos queden las próximas elecciones. Pero es seguro que ha llegado a comprender que determinados aspectos de la regulación no pasarían ni por asomo el filtro no ya de la constitucionalidad (que no depende por desgracia solo, ni acaso principalmente, de argumentos jurídicos, sino de otros factores que hacen más previsible las decisiones del TC), sino del control europeo.

 

Y esto es lo que hace inimaginable ese retorno inminente de Puigdemont, al menos sin riesgo de imputaciones penales. No dudo de que ambos protagonistas ahora lo tienen claro. Si determinados preceptos de la ley son contrarios al derecho europeo, los jueces pueden inaplicarlos, o plantear la cuestión al TJUE. En ambos casos, los procesos siguen abiertos y por lo tanto el prófugo sigue siendo prófugo. Frente a esto, es inútil y ridículo ese intento de “blindar la amnistía” tratando de impedir que cualquier cuestión prejudicial suspenda los procesos en marcha, dado que artículos de este tipo también serían contrarios al derecho de la Unión, y por tanto susceptibles, a su vez, de inaplicación o cuestión prejudicial específica, manteniendo obviamente los procesos abiertos en suspenso, lo que solo contribuiría a alargar tales procesos, y por tanto el período en el que el prófugo seguirá siendo prófugo. Y así podríamos seguir, lo mismo cabe apuntar respecto al terrorismo y otras posibles enmiendas. Falta saber si este dato empujará a Sánchez a no admitir en ningún caso ese tipo de enmiendas, o finalmente las aceptará a sabiendas de que no van a servir para conseguir el objetivo del prófugo, pero para al menos poder decir “yo he hecho lo que he podido”. Lo interesante de todo esto es que este panorama existe porque todavía hay Europa, y sobre todo todavía quedan jueces en España.

Fuente de la foto: https://www.huffingtonpost.es