Adonay y Belial
Siempre resulta atractiva la posibilidad de leer interesantes textos de colegas juristas, sin embargo totalmente alejados del mundo del derecho. En este caso, hace tiempo me sorprendió saber que Pedro González-Trevijano, catedrático de Derecho Constitucional que ha sido también magistrado y presidente del Tribunal Constitucional, había escrito una curiosa obra de teatro. Cuando lo supe ya no tuve oportunidad de ver su representación en Madrid, pero adquirí la obra con la intención de leerla, lo que no he podido hacer finalmente hasta hace unas semanas, ya que la pila de textos sobre mi mesa para próxima lectura tampoco es pequeña. En cualquier caso, el texto me pareció atractivo, instructivo, pedagógico y todo él atravesado por un fino y sutil sentido del humor, al tiempo que invita a la reflexión sobre temas clásicos y profundos.
Sin desvelar demasiado, para que el lector interesado se anime, baste decir que la obra representa las conversaciones entre Adonay y Belial (Dios y el diablo) en el camino de Santiago. Con este pretexto se da un “repaso” a algunos autores fundamentales en la historia del pensamiento, desde la doble y siempre antagónica visión de los protagonistas. En realidad, me parece que toda la conversación deja traslucir la perspectiva del autor, y su juicio crítico sobre personajes como Voltaire o Nietzsche, desde Kant hasta Cervantes. Tampoco deja de ser divertido leer a Dios y al diablo debatiendo sobre la Biblia, o seguir su largo y expresivo debate a la hora de elegir música para escuchar, entre tantas otras cuestiones que hacen de la lectura del texto un ameno e instructivo entretenimiento. Aunque, como vengo comentando, no exento de profundidad en sus debates filosóficos, políticos y morales, que por supuesto se pueden reconducir a la eterna lucha entre el bien y el mal. En fin, toda esta conversación conduce a un desenlace acaso inesperado que aquí no vamos a desvelar, por supuesto, pero que resulta sin duda sugerente y deja al lector pensando, al tiempo sonriente y apesadumbrado. El caso es que no es difícil entender que de algún modo Adonay y Belial se necesitan. Y como me quedan unas líneas y siempre me viene a la mente una cita de Sabina, en este caso sería aquella de “que el cielo está en el suelo, que el bien es el espejo del mal (…), que el cuerpo está en el alma, que Dios le paga un sueldo a Satán”. Creo que la carrera como autor de teatro del profesor González-Trevijano no ha hecho más que comenzar, le auguro muchos éxitos y estaré pendiente de sus próximas obras, no sólo en el ámbito del Derecho Constitucional, sino también en el del teatro.