¿Abolir la prostitución?

¿Abolir la prostitución?

Según el Diccionario de la Real Academia Española, abolir se define como “Derogar, dejar sin vigencia una ley, precepto, costumbre, etc.”. Lo que pretende hacer el proyecto de ley ahora en trámite no es derogar ninguna ley ni precepto, pues ninguna ley a día de hoy regula ni contempla expresamente la prostitución, como no sea para castigar a los que fuerzan a otras personas a practicarla o se lucran con ella, aunque sea con el consentimiento de la persona que ejerce la prostitución (art. 187 del Código penal en su redacción actual). Desde luego, como saben nuestros legisladores y cualquier persona, ninguna ley va a “abolir” la “costumbre”, es decir, la práctica en sí de la prostitución, que es imposible de erradicar por el mero hecho que lo diga ningún precepto jurídico. Y que -aunque la cuestión sea muy debatida- tampoco es necesario erradicar en todos los supuestos, al menos si admitimos que cabe la posibilidad, teórica y real, de que alguien ejerza la prostitución libremente. Enseguida vuelvo a esta idea, pero la primera cuestión que quiero destacar es que es errónea la calificación de este proyecto de ley como de “abolición de la prostitución”, utilizada por todos los medios y en todos los ámbitos políticos. Lo que hará la futura ley, si se aprueba en los términos del proyecto, será simplemente prohibir y castigar más conductas de las que ahora ya están prohibidas.

Y ahora sí. Hay que admitir que hay muchos casos de prostitución forzosa, en los que determinadas redes inequívocamente obligan a algunas personas, mayoritariamente mujeres, a prostituirse. Y nadie duda de que hay que luchar con todos los medios para erradicar esta situación. Pero las preguntas son: a) si esta ley conseguirá realmente mejorar la situación de esas personas y, b) por otro lado, si la medida no impedirá también el ejercicio libre de la actividad por mujeres (y también por hombres, en porcentaje no insignificante), que debería ser lícito en cualquier Estado mínimamente liberal. A la primera pregunta no es fácil responder hasta que no veamos los efectos de la ley, pero mi impresión es que, siendo seguro que la práctica no va a desaparecer, lo que puede provocar la ley es que la prostitución se traslade a ámbitos y ambientes todavía peores, en los que la explotación sea más intensa y escape a todo control, salvo que el Estado pueda afirmar estar en condiciones de controlar y erradicar todas esas situaciones, lo que no parece muy probable. Pero me interesa también la segunda pregunta. Hay quienes opinan que, por esencia, la prostitución no puede ser libre, y supone una cosificación e instrumentalización de la mujer; e incluso que ningún acto realizado por precio es realmente libre. Desde luego nuestra libertad nunca es absoluta, y nuestros actos siempre están de algún modo condicionados, pero basta ver que los “sindicatos” del sector vienen protestando airadamente contra la posibilidad de prohibición. Afirmar categóricamente que lo que se hace mediante precio no puede ser libre es abrir una puerta a la prohibición de tantas otras actividades, incluso… el trabajo. La prohibición puede afectar al derecho a elegir libremente profesión u oficio. Creo que se ha optado por la peor alternativa: una ley prohibitiva en lugar de garantista. Una verdadera pena.

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