La conquista de la transición
Utilizo como título de este “Miradero” el de un reciente libro de Óscar Alzaga Villamil, que añade unas fechas (1960-1978) y un interesante y revelador subtítulo (“Memorias documentadas”), que con pocas palabras da una idea bastante precisa de lo que es esta obra: un repaso, desde la trayectoria y el conocimiento personal de su autor, de esa largo período de actividad política desde la oposición, que tras la muerte de Franco condujo al proceso de transición en sentido estricto, el cual, como sabemos, concluyó con la aprobación de la Constitución de 1978. Pero sin dejar de ser esa visión personal de quien ha tenido una larga trayectoria universitaria y académica, pero también política (siempre desde la democracia cristiana), la obra pretende y consigue ofrecer siempre una visión rigurosa y documentada, en la cual los recuerdos y las experiencias personales vienen siempre acompañados de documentos y referencias bibliográficas que sirven como “pruebas” (se nota que el autor es también abogado) de todo lo que se afirma. Y este enfoque permite apuntar una tesis que está presente de forma clara en toda la obra: frente a los planteamientos que sugieren que la transición fue obra principalmente de la iniciativa de algunas fuerzas políticas del régimen que, muerto Franco o incluso desde antes, habrían decidido impulsar ese proceso para traer la democracia, Alzaga sostiene que la transición, sin perjuicio de ser una obra claramente colectiva, se debió sobre todo al esfuerzo de muchos años de la oposición democrática (de la que formaron parte importante determinados movimientos demócrata-cristianos), frente a la tendencia al inmovilismo o a meras reformas aparentes que tuvieron las fuerzas del régimen.
Por ello, aunque este libro es fundamentalmente histórico, su lectura sugiere, especialmente para quienes nos dedicamos al estudio de la transición desde la perspectiva constitucional, algunas reflexiones sobre el significado y las aportaciones de este proceso. Después de décadas explicándolo en las aulas, creo que cabe distinguir algunas fases en cuanto a su enseñanza como parte del Derecho Constitucional: primero, centrados como estábamos en el derecho positivo, prácticamente se prescindía de su estudio; segundo -aunque en parte se pudo solapar con lo anterior- se mitificó para considerarlo un proceso modélico y cuasi perfecto (la “Santa Transición”, como han ironizado algunos); pero luego, al menos desde algunos sectores, se pasó a una fase hipercrítica que ha pretendido verlo como un proceso de mera continuidad y supervivencia del régimen anterior, lo que se manifestaría sobre todo en la pervivencia de la monarquía encarnada en la persona elegida por Franco. La tesis de Alzaga es rotundamente incompatible con esta última visión (si el peso lo llevó la oposición, en modo alguno puede considerarse una obra del régimen anterior); pero por otro lado, su visión también desmonta aquella visión “idílica”, ya que también muestra, sin ningún tapujo, sus evidentes “sombras”.
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